La inmigración ilegal a Estados Unidos es de escala masiva. Más de diez
millones de extranjeros indocumentados residen actualmente en Estados
Unidos y esa población crece en unas 700,000 personas anualmente [1].
Por un lado, la presencia de tantos extranjeros en un poderoso
testimonio del atractivo de América. Por otro lado, es una señal de lo
peligrosamente abiertas que están nuestras fronteras.El típico extranjero ilegal viene a América fundamentalmente buscando
mejores trabajos y en el proceso añade valor a la economía de Estados
Unidos. Sin embargo, también le resta valor al debilitar el ámbito legal
y de seguridad nacional. Cuando tres de cada cien personas en América
está indocumentada (o, mejor dicho, documentada con papeles falsos o
falsificados), hay un profundo problema de seguridad. Aunque no
representan una amenaza directa a la seguridad, la presencia de millones
de migrantes indocumentados distorsiona la ley, desvía recursos y crea,
de forma efectiva, una cobertura para terroristas y criminales.
La mano de obra inmigrante, sea o no calificada, aumenta la producción
nacional, mejoran la especialización y proporciona un beneficio
económico neto. El Informe Económico del Presidente de 2005 (ERP) dedica
un capítulo entero a la inmigración e informa que “Una contabilización
exhaustiva de los beneficios y costos de la inmigración muestra que los
beneficios son
otros puntos del ERP:
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